1. De Torrero a San José


Paloma del Voluntariado. Escultor: José A. Barrios.

En Zaragoza se llama “torre” a la casa de campo, y las mejores vistas históricas documentando la expansión de la urbe se han atalayado siempre desde los montes de Torrero, ventilado otero donde está enclavado el cementerio municipal. Ramos, guirnaldas y coronas de flores, reales o figuradas, abundan en este lugar como homenaje fúnebre heredado de los ritos sagrados antiguos. De los romanos proceden nuestros columbarios y el simbolismo positivo de la paloma, ave de buen agüero, relacionada con amor, fecundidad, felicidad, paz, riquezas, etc. Un poco de todo esto quiere connotar, en la entrada vieja del cementerio, la Paloma del Voluntariado, a la memoria de los muertos del Cuerpo de Voluntarios de Zaragoza fundado con motivo de la Expo 2008.

Como se ve, aunque vivamos en una sociedad aconfesional siguen teniendo mucho peso en nuestra esfera pública los ritos y creencias ancestrales, incluyendo algunos legados iconográficos cristianos, especialmente presentes en el simbolismo del pez o el cordero u otras criaturas asociadas a determinados santos y advocaciones religiosas. Uno de los ejemplos más curiosos lo encontraremos bajando la colina hacia el canal, en la fachada de la parroquia del Buen Pastor, donde el escultor José Antonio Barrios aludió a esa parábola evangélica sin representar de forma realista a las ovejas, pues son sus huellas lo que decora su esbelta pirámide titulada El pastor de almas. Del mismo modo, haciendo abstracción de un paisaje, Santiago Lagunas trazó una evocación de pájaros y ramas en su gouache Los pájaros tristes del otoño, en el que se basó Fernando Malo para uno de los dos murales cerámicos con los que decoró el Jardín de la memoria, coqueto parque donde disponen de algunos huertos urbanos los vecinos del distrito de San José. Y si seguimos hasta la Plaza Mayor del barrio veremos un enorme mural protagonizado por terribles animales pintados con detallismo hiperrealista: Serpientes.