2. El Parque Grande José Antonio Labordeta

La historia de este parque se inició en el año 1920, momento en el que el Ayuntamiento de Zaragoza decidió acogerse a los beneficios que le otorgaba la Ley para proceder a la realización de las obras de alcantarillado, abastecimiento de la ciudad y cubrimiento del río Huerva. Aunque desde algunos años antes el concejal Vicente Gálvez Sánchez y el secretario del Ayuntamiento, Mariano Berdejo Casañal, lanzaron la idea de hermosear el Cabezo de Buenavista como gran espacio verde para la ciudad. Finalmente, el arquitecto Miguel Ángel Navarro y el ya citado Mariano Berdejo diseñaron el proyecto del futuro parque que fue aprobado por Real Orden el 22 de febrero de 1922, contratándose las obras en el año 1924. En este parque se localiza la Fuente de Neptuno o de la Princesa (1833) de Tomás Llovet, que en el siglo XIX se situaba en la actual Plaza de España, en el centro de la ciudad. Se esculpió para conmemorar el juramento como heredera de Isabel II, y se inauguró como fuente en 1845, abasteciendo de agua a los zaragozanos hasta el año 1902, cuando fue sustituida por el Monumento a los Mártires de la Religión y de la Patria. La Fuente de Neptuno emula la escultura de Pascual de Mena situada en el Paseo del Prado de Madrid, aunque con menor monumentalidad. El conjunto está presidido por la figura del Neptuno con tridente sobre un decorativo basamento que tiene cuatro delfines en su base de los que brota el agua. Tan hermosa fuente estuvo muchos años en el olvido, hasta que en 1946 se recolocó en el lugar donde hoy la vemos. Al lado, en el Jardín Botánico que existe en este parque, Rafael Barnola, ingeniero del Servicio de Parques y Jardines, diseñó para la balsa de los patos un reloj hidráulico o clepsidra (1983) compuesto por tres esferas que marcan las horas y los minutos conforme avanza el engranaje de la noria, movida por un surtidor de agua. Esta instalación, de elevada fantasía, une la utilidad de su función con una estética inspirada en las esculturas mecanismos de los dadaístas del periodo de entreguerras.

El parque se ordena en torno al paseo de San Sebastián, del que parten caminos secundarios como el Paseo de los Plátanos, el de Mariano Renovales, o el Paseo de los Bearneses, amenizados por el fluir del agua de su acequia. En el punto de confluencia de estas avenidas con su eje central Rafael Barnola instaló una gran fuente ornamental de cambiantes chorros antes ubicada en la Plaza Paraíso, y como complemento de ella remodeló, en 1991, su amplia perspectiva, que recuerda el ordenamiento de jardines y parques dieciochescos, pues gracias a unas vistosas cascadas de agua y escalinatas zigzagueantes nos lleva la mirada hacia el monumento al Rey Alfonso I el Batallador (1925) de José Bueno, transformado a partir de entonces en estatua rodeada de un lago de agua, aunque se dejó un paso para permitir a los curiosos acceder al monumento, donde muchos turistas y zaragozanos siempre han gustado de fotografiarse.

Diseminadas por el parque, podemos encontrar esculturas busto de personajes destacados en la ciudad, entre las que cave destacar en este itinerario las de Joaquín Dicenta (1928) de Honorio Garcia Condoy y de Eusebio Blasco (1928) de Enrique Anel por haber sido concebidas formando parte de una pequeña fuente.