7. Plaza España

Los porches del Paseo Independencia nos dirigen de manera natural hacia la Plaza España, donde encontramos uno de los monumentos más destacados a los Sitios de Zaragoza.

Este espacio siempre ha ocupado un destacado papel dentro de la ciudad, aunque con nombres bien distintos. En época romana aquí se abría una de las puertas de la ciudad, la Puerta Cinegia, por la que según la tradición se sacó de la ciudad a los primeros cristianos que fueron martirizados en este emplazamiento. Este trágico pasado de la actual plaza siempre ha estado muy presente, y en el siglo XV se construyó el primer monumento conmemorativo en la misma, homenajeando a los mártires cristianos, conocido como la Cruz del Coso, que sería destruida durante los Sitios. El actual monumento, que en este itinerario es parada obligada, el Monumento a los Mártires de la Religión y de la Patria no se entendería sin estos precedentes.

La Cruz del Coso fue reconstruida tras los Sitios, aunque pocos años después sería reemplazada por una fuente coronada con la estatua de Neptuno, conocida como Fuente de Neptuno o de la Princesa, hoy situada en el Parque José Antonio Labordeta, que nada tenía que ver con el pasado del lugar salvo una lápida que en la base reza lo siguiente:

La sangre derramada
Por religión y Patria en este sitio
De mártires sin cuento
La base riega de este monumento.

La unión de los mártires por la Religión y por la Patria será la común advocación del monumento a los Sitios que hoy preside la Plaza España. Una comisión fue la encargada de sentar las bases para su construcción, que se inició el 21 de octubre de 1899, siendo Ricardo Magdalena el encargado de la parte arquitectónica de monumento, y el escultor catalán Agustín Querol el que finalmente se hiciera cargo de la parte escultórica del mismo. El monumento, hoy visualmente camuflado por su llamativo y particular fondo escénico (el conjunto arquitectónico de Puerta Cinegia), muestra una base en piedra, concebida como un torreón octogonal, por encima del cual, sobre lo que parece ser un collarino de laurel, se eleva un cuerpo cilíndrico almenado. Estos motivos con aire de fortaleza, podrían evocar la defensa de los ideales políticos y religiosos que el monumento conmemora.

En 1904 con la finalización del conjunto escultórico en broce quedaría el monumento. Hoy podemos rodearlo, aunque predomina su visión frontal, en la que se focalizan las esculturas. Encontramos en esta obra de nuevo una alusión a la figura alegórica de la ciudad de Zaragoza, aunque en este caso aparece sentada y no de pie frenando con su mano el paso a los franceses, tal y como corona triunfante el Monumento a los Sitios de la plaza del mismo nombre. Sobre ésta figura, en el centro del monumento, se representa el escudo de la ciudad. La victoria queda en este monumento relegada a su culmen, con la figura del ángel victorioso, que sostiene con uno de sus brazos el cuerpo de un baturro muerto mientras alza el otro en señal de victoria, elevándose tras de sí una cruz. Se recoge así, entre vaporosas formas, la idea de inmortalidad, triunfo y consuelo que esta obra pretende conmemorar.